divendres, 30 d’agost del 2013
dimecres, 28 d’agost del 2013
Descubriendo el I Ching
Años
más tarde, en el 2003, de repente y de manera sincrónica descubro el I Ching
(versión de Wilhelm) en una librería, evidentemente compro el libro y comienzo a aprehender su
utilización, familiarizándome poco a poco con él.
Vuelvo
a la librería para preguntar a la
librera, si conoce alguien que también lo utilice, pues el metaforismo poético
de la versión original oriental, es diferente a la occidental. Me dice que no
pero me sugiere, otra versión del I Ching de Karol Anthony (inglesa) para poder
entenderlo con más profundidad.
En
esa época y por circunstancias personales, sociales, profesionales y
familiares, mi vida se desestructura de repente sin causa aparente.
El
I Ching desde entonces se convierte en mi
nuevo sistema operativo, la vida borra toda mi estructura interna e instala el
I Ching, de tal manera que comienzo con 33
años a vivir, de alguna manera nuevamente, pero viendo desde el I Ching, interactuando,
trabajando y relacionándome desde los principios del I Ching,
sintiendo desde el I Ching,
transformándome de manera profunda hacia una nueva visión consciente y sin marcha atrás.
dimecres, 7 d’agost del 2013
Sincronicidad
Es algo casi inevitable que los que se acercan por primera vez al I Ching se planteen: ¿Cómo es que a este Libro se le hacen preguntas y responde?
Como oráculo, "El Libro de las Mutaciones" no debería generar ningún asombro, ya que contestar interrogantes es la función de los oráculos. Pero sucede que se trata de un libro particular en un mundo de libros, lo que lo hace funcionalmente distinto de todos los demás, y esa es la rareza que a su vez lo diferencia de los otros oráculos conocidos.
Estamos acostumbrados a que los libros nos hablen de muchas cosas, pero no que interactuemos con ellos como si fueran una conciencia inteligente. Por eso, para la gente prejuiciosa respecto de lo esotérico, el I Ching resulta menos traumático, porque se presenta de una manera muy convencional: como un libro, el cual goza, además, de buena prensa.
Retornando al tema que lo hace curioso -el de responder preguntas específicas-, Carl Jung llegó a explicar el fenómeno unas décadas atrás. Si bien él fue un admirador del I Ching, a quello que logró observar vale para muchas situaciones de la vida y, en suma, para todos los oráculos sin excepción.
Jung desarrolló la idea de las coincidencias significativas, aquesllas cosas que suceden simultáneamente con un significado igual o similar. A estas "casualidades" -que tampoco son casualidades, ya que en el mundo físico no tienen conexión-, Jung las llamó fenómenos sincronísticos, hechos que en la vida diaria ocurren permanentemente. Cuando pensamos en alguien y a la vuelta de la esquina nos topamos con esa persona, eso es sincronicidad, por dar un ejemplo simple. Cuando la sincronicidad se manifiesta nos da siempre una coincidencia con algo que nos está pasando en ese momento, y nos parece casualidad. Veamos otro ejemplo: que dos personas desconocidas se encuentren espontáneamente y ambas estudien la lengua copta, aparte de ser científicamente posible pero improbable, es también sincronicidad. Las coincidencias significativas en tiempo y espacio, no tienen relación causal ya que no son dos cosas diferentes sino una misma que se manifiesta en el plano físico; por eso, en casos así, lo improbable solo es un factor contemplado por el razonamiento lógico. No es improbable que los dos estudiosos del copto alguna vez se encuentren, pues nunca estuvieron separados, a lo sumo estaban de espaldas y momentáneamente no se veían.
Al interesarse por los sistemas oraculares, Jung observó que la sincronicidad no se daba únicamente de manera espontánea, sino también se podían crear situaciones de manifestación sincronística; de lo contrario un oráculo, como el I Ching, no podría dar respuestas a preguntas específicas. Cuando esto sucede es porque pregunta y respuesta coinciden significativamente en tiempo y espacio. En realidad, pregunta y respuesta no son tales: son una misma cosa disociada en el plano de la mente.
En tal sentido, la construcción del hexagrama nos abre la puerta a la sincronicidad. El texto del I Ching es un código simbólico que sirve de herramienta para comprender nuestro aquí y ahora en función de lo que nos pasa. Pero puntualmente el Yi, cambio o versatilidad, es la posibilidad concreta u oportunidad que la sincronicidad nos brinda para que modifiquemos aspectos y cuestiones en nosotros mismos, poniéndonos así en consonancia con el Tao.
Como oráculo, "El Libro de las Mutaciones" no debería generar ningún asombro, ya que contestar interrogantes es la función de los oráculos. Pero sucede que se trata de un libro particular en un mundo de libros, lo que lo hace funcionalmente distinto de todos los demás, y esa es la rareza que a su vez lo diferencia de los otros oráculos conocidos.
Estamos acostumbrados a que los libros nos hablen de muchas cosas, pero no que interactuemos con ellos como si fueran una conciencia inteligente. Por eso, para la gente prejuiciosa respecto de lo esotérico, el I Ching resulta menos traumático, porque se presenta de una manera muy convencional: como un libro, el cual goza, además, de buena prensa.
Retornando al tema que lo hace curioso -el de responder preguntas específicas-, Carl Jung llegó a explicar el fenómeno unas décadas atrás. Si bien él fue un admirador del I Ching, a quello que logró observar vale para muchas situaciones de la vida y, en suma, para todos los oráculos sin excepción.
Jung desarrolló la idea de las coincidencias significativas, aquesllas cosas que suceden simultáneamente con un significado igual o similar. A estas "casualidades" -que tampoco son casualidades, ya que en el mundo físico no tienen conexión-, Jung las llamó fenómenos sincronísticos, hechos que en la vida diaria ocurren permanentemente. Cuando pensamos en alguien y a la vuelta de la esquina nos topamos con esa persona, eso es sincronicidad, por dar un ejemplo simple. Cuando la sincronicidad se manifiesta nos da siempre una coincidencia con algo que nos está pasando en ese momento, y nos parece casualidad. Veamos otro ejemplo: que dos personas desconocidas se encuentren espontáneamente y ambas estudien la lengua copta, aparte de ser científicamente posible pero improbable, es también sincronicidad. Las coincidencias significativas en tiempo y espacio, no tienen relación causal ya que no son dos cosas diferentes sino una misma que se manifiesta en el plano físico; por eso, en casos así, lo improbable solo es un factor contemplado por el razonamiento lógico. No es improbable que los dos estudiosos del copto alguna vez se encuentren, pues nunca estuvieron separados, a lo sumo estaban de espaldas y momentáneamente no se veían.
Al interesarse por los sistemas oraculares, Jung observó que la sincronicidad no se daba únicamente de manera espontánea, sino también se podían crear situaciones de manifestación sincronística; de lo contrario un oráculo, como el I Ching, no podría dar respuestas a preguntas específicas. Cuando esto sucede es porque pregunta y respuesta coinciden significativamente en tiempo y espacio. En realidad, pregunta y respuesta no son tales: son una misma cosa disociada en el plano de la mente.
En tal sentido, la construcción del hexagrama nos abre la puerta a la sincronicidad. El texto del I Ching es un código simbólico que sirve de herramienta para comprender nuestro aquí y ahora en función de lo que nos pasa. Pero puntualmente el Yi, cambio o versatilidad, es la posibilidad concreta u oportunidad que la sincronicidad nos brinda para que modifiquemos aspectos y cuestiones en nosotros mismos, poniéndonos así en consonancia con el Tao.
Andrés Rocco, G. (2003). I Ching. El alma del oráculo del cambio. Argentina: Kier.
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