El I Ching es un texto
sapiencial y oracular. Su sabiduría proviene de las observaciones obtenidas por
“sabios y santos” de la antigüedad, es decir, por personas que contemplaron,
observaron, los ciclos de la tierra, del Cielo, además del comportamiento
animal y humano. A partir de ahí obtuvieron deducciones que maximalizaron y
atribuyeron a todo aquello captable para los sentidos, especialmente para la
vida del hombre en la tierra.
Como oráculo, el Libro, simplemente guía al consultante sobre cuál es el mejor
camino a seguir en cada momento, en función del estado de conciencia en que se
encuentre y del buen o mal momento temporal macro y microcósmico, augurándole
ventura, desventura u otras aseveraciones. Pero el I Ching no adivina el
futuro, básicamente porque este no está escrito, y porque se puede llegar a
cambiar.
Confucio, un sabio
filósofo pragmático, conservador, ritualista y jerárquico, conociendo la
naturaleza de las cosas, y especialmente del ser humano, dispuso a través de
las “Imágenes” los consejos adecuados a seguir en cada caso y en función de la
situación en la que uno o algo se encontrará. Expuso vías claras y directas de
actuación, sin ambigüedades, y muy vinculadas a la praxis.
El I Ching es el más antiguo y profundo
de los textos clásicos chinos, y ha sido venerado durante más de tres mil años
como oráculo para predecir la suerte, guía para alcanzar el éxito, y compendio
de sabiduría.
Es considerado todavía hoy en China
como uno de los monumentos de su civilización; sin duda constituye el método
más sabio y más seguro de prever el porvenir que jamás haya imaginado el ser
humano. Utilizado debidamente, se puede aplicar con mucho éxito en situaciones
cotidianas.
“No hay para él nada lejano, nada
oscuro, nada oculto. Conoce espontáneamente las cosas que van a suceder (…).
Abre los ojos a los misterios de la vida”, nos dice el texto original de la
obra.
Pero no permitamos que las palabras nos
engañen: el I Ching no es en absoluto un procedimiento de adivinación
cualquiera. No pretende bajo ningún concepto profetizar o adivinar el porvenir
sino que, siguiendo un criterio más razonable, se aplica a preverlo mediante
leyes y principios ya establecidos, y por lo tanto seguros.
El I Ching es un oráculo de una sabiduría
infinita, concebido ante todo para aconsejarnos y advertirnos sobre el mañana
que nosotros mismos estamos forjando. Nunca nos asegura el porvenir que nos
anuncia, porque no está decidido de antemano. Es posible que se convierta en
nuestro porvenir si seguimos los consejos que nos ofrece, actuando nosotros
mismos sobre los acontecimientos para, en la medida de lo posible, orientarlos
convenientemente. En definitiva, el I Ching te ayuda si tú te ayudas a ti
mismo.
Mientras que los procedimientos clásicos
de adivinación se basan, en mayor o menor medida, en la idea de que nuestro
porvenir está decidido de antemano por los dioses o los astros, por lo que
nosotros podríamos influir sólo muy débilmente en los acontecimientos de
nuestra vida y no contaríamos con ningún medio para controlar nuestro propio
futuro, los sabios que concibieron el I Ching adoptaron en su tiempo la idea
contraria.
Según ellos, hechos tan alejados entre
sí como nuestras pequeñas disputas conyugales y las grandes guerras mundiales
no nos son impuestos por la mecánica celeste ni son el resultado del mal humor
de los dioses: en realidad, somos tanto autores como actores; somos los
artífices de nuestro propio futuro, que tiene sus raíces en nuestro presente.
Nuestro porvenir se encuentra ya en germen, y dependerá mucho de lo que hagamos
en cada momento, aunque no nos demos cuenta; como dijo el profeta Isaías siglos
después que los sabios chinos “quien siembra vientos recoge tempestades”.
Por tanto, los sabios que
confeccionaron el I Ching proponen la búsqueda de aquellos acontecimientos que
se están desarrollando ante nuestros ojos y que están generando consecuencias
para el futuro, para poder determinar con cierto margen de confianza nuestro
porvenir.
La eficacia del método y la sorprendente
actualidad de sus respuestas quedan garantizadas por el hecho de que se apoya
en lo que suceda en el presente y en la observación de los comportamientos
humanos para prever el futuro.
El I Ching a pesar de haber sido el
libro clásico más relevante de la cultura china, desde sus comienzos hace más
de 5.000 años, sin embargo nunca ha sido un libro. Además de un maestro, un
amigo, un modo de mirar las cosas; más que sugerir métodos estructurados de
relacionarse con el cambio, nos muestra cómo mantenernos sin estructuras y
adaptables de la mejor manera posible. Está presente en diversas disciplinas
como el Feng shui, acupuntura, una teoría de arte, una teoría de la estrategia
en la guerra, Tai Chi, taoísmo y confucionismo.
El I-Ching, es diferente a todos los demás
oráculos en dos cuestiones importantes.
En primer lugar, no ofrece respuestas específicas a
las preguntas; sino más bien análisis detallados de los hechos sobre los que se
hacen las preguntas, dependiendo de la situación en el momento de plantearlas.
En segundo lugar es algo más que un oráculo; se trata de una expresión
adivinatoria de un sistema filosófico. El I-Ching ha influido
profundamente en el budismo chino y en las dos grandes religiones que China ha
dado al mundo: la fe taoísta mágica y mística, y las austeras enseñanzas de
Confucio, quien llegó a decir que si pudiera disponer de otros cincuenta años,
los dedicaría por entero al estudio del I-Ching.
La filosofía que se explica aquí, es una versión
china de la teoría de la polaridad de la dualidad que subyace en todas las
grandes religiones orientales. Propone un principio positivo y dinámico, el
"Yang", y un principio negativo formal, el "Yin".
Los dos opuestos se complementan y ambos son manifestaciones del eterno e
infinito Tai Chi.
CONSULTAR
EL ORÁCULO
Cada vez que consulte el oráculo tome nota del
consejo que encontrará en el cuadro de la página siguiente. Interprételo como
mejor lo entienda, y anote brevemente sus ideas. Sea tan preciso como pueda con
sus preguntas; cuanto más vaga sea la pregunta, tanto más será la respuesta.
Una vez que la situación en cuestión se haya resuelto, vuelva a consultar sus
notas. Entonces podrá reevaluar su interpretación original. Si no puede
descubrir ninguna importancia inmediata en una respuesta dada, recuerde que se
verá limitado por sus expectativas; es posible que más tarde vea el sentido en
un resultado inesperado.
Se ha dicho que el
I-Ching tiene personalidad propia, e incluso, "sentido del humor"; se
irá familiarizando con el carácter del oráculo a medida que practica su
adivinación.